“’Abuela, tu casa apesta’, me dijo mi nieto de cinco años. Eso realmente me dolió. Mi nieto ya no quería venir a visitarme y quedarse conmigo. Además, después de varias cirugías, mi salud estaba empeorando y estaba cansada de fumar. Llamé a Quitline, ¡y no he fumado por tres semanas! Mi casa ya no tiene humo y estoy más que feliz. Me gusta la manera como huele mi cabello y mis nietos ya no se quejan de que mi casa apesta. Estoy orgullosa de mí misma. Con la ayuda de mi mamá, mi esposo y mi asesor de Quitline, desarrollé un plan y pensé qué es lo que podía ayudarme a evitar el cigarro. Me di cuenta de que beber café hacía que me dieran ganas de fumar. Así que cambié mi rutina de la mañana y ya no me siento ahí a tomar una taza de café tras otra como solía hacerlo. Tomo un poco de vez en cuando y me mantengo siempre en movimiento.   También me di cuenta de que me siento irritable cuando estoy tratando de dejar el cigarro, y estoy determinada a mantener una actitud más positiva. Hice una lista de cosas divertidas que puedo hacer. Últimamente, he estado llevando a mi nieto a nadar y quedándome afuera lo más posible. Como alguien que ya no fuma, aprecio mucho cada día. Estoy agradecida de estar viva y me encanta vivir en una casa que huele bien”.